lunes, 19 de mayo de 2008
jueves, 8 de mayo de 2008
Israel: una historia sorprendente
Por Julián Schvindlerman
Colaborador de Comunidades
Colaborador de Comunidades
Israel es una pequeña nación que comenzó su emprendimiento nacional secando pantanos en el desierto a fines del siglo XIX, y que ha ingresado al siglo XXI con satélites propios en el espacio.
A lo largo de estos años, sus logros han sido extraordinarios. En materia económica, por ejemplo, cuando cumplió sus primeros cincuenta años de vida, Israel ingresó al ranking de los 25 países con el más alto ingreso nacional per cápita y con una de las más altas tasas de crecimiento económico. Ha sido el único país del orbe en ingresar al siglo XXI con un incremento neto en la cantidad de árboles.
En el área de la tecnología el estado judío ha descollado. Según datos recopilados por los Amigos de la Universidad de Tel-Aviv en la Argentina, Israel cuenta con el mayor número de emprendimientos de biotecnología del mundo. En términos per cápita, posee la mayor cantidad de científicos del globo así como el más alto porcentaje de computadoras hogareñas. Ocupa el segundo puesto mundial en solicitud de patentes (luego de Japón) y en número de empresas que cotizan en Wall Street (luego de EE.UU.). El pen-drive, el primer teléfono celular, la primer cámara de fotos para celular, el primer antivirus, la tecnología del Messenger, y gran parte de los sistemas operativos Windows NT y XP; todo ello ha sido desarrollado por firmas israelíes. No por nada Bill Gates ha dicho: “Israel representa el punto más alto de la innovación”.
Ningún observador imparcial de la realidad israelí puede dejar de apreciar con legítima fascinación el hecho de que aún antes de constituirse el estado, la comunidad judía establecida en Palestina ya había creado los cimientos para el desarrollo nacional en tantas áreas que han hecho del Israel actual un modelo ejemplar.
La Escuela Mikve Israel, fundada en 1870, marca la génesis de la investigación agrícola israelí, la que es luego potenciada con la Estación Agrícola de 1921, que eventualmente se convertiría en la Organización de Investigación Agrícola; hoy el más grande centro de investigación y desarrollo israelí en este campo. La Estación Hebrea de Salud fue creada a comienzos del siglo XX para promover la investigación médica, tal como lo fuera la fundación de los Laboratorios del Mar Muerto de la década de 1930, orientado a la investigación industrial. En 1924 fue establecido en Haifa el Instituto de Tecnología de Israel, más conocido simplemente como Technion. Al año siguiente fue inaugurada la Universidad Hebrea de Jerusalem, y en Rehovoth, en 1934 fue creado el Instituto de Ciencia Weizmann (inicialmente bajo el nombre de Instituto Sieff). Luego del nacimiento del Estado de Israel, otras cuatro universidades fueron creadas: la Universidad Bar-Ilán (1955 en Ramat Gan), la Universidad de Tel-Aviv (establecida en 1956), la Universidad de Haifa (1963) y la Universidad Ben-Gurión del Negev (1967 en Beer Sheva).
No menos impresionante ha sido la promoción cultural, que en materia musical por ejemplo, ha tenido de la mano de Arturo Toscanini la presentación del primer concierto de la Orquesta Filarmónica Palestina (rebautizada como Orquesta Filarmónica de Israel) en la ciudad de Tel-Aviv en 1936. Desde entonces, Israel ha brindado al mundo musical figuras descollantes de la talla de Itzjak Perlman, Shlomo Mintz, Pinjas Zuckerman, y Daniel Barenboim, entre otros. La Academia de Música Samuel Rubin (fundada en 1945) es otro ejemplo de la calidad artística que es usual hallar en Israel.
No son muchas las naciones que establecen museos antes de alcanzar la independencia, y ciertamente la creación del Museo de Arte de Tel-Aviv en 1932 marca un hito cultural singular. En la actualidad hay cerca de 200 museos de diverso tamaño en la Tierra de Israel, convirtiendo al pequeño país en portador de la mayor cantidad de museos del mundo en términos per cápita. En 2006 se inauguró allí el primer y único museo submarino existente en el globo.
Para cualquier nación, todos estos logros supondrían una proeza digna de elogio, pero para un estado asediado desde su mismísimo nacimiento, que ha debido enfrentar un boicot económico de todo un bloque regional, que ha tenido que librar guerras y sacrificar preciosas vidas humanas de su pequeña población (solamente durante la Guerra de la Independencia de 1948, Israel perdió el 1% de su gente), y que se ha visto obligada a orientar sumas astronómicas de su presupuesto nacional al área de la defensa (hoy en el 8% del PBI, y equivalente al 10% durante las primeras dos décadas, al 25% a partir de 1967, y que llegó al insólito guarismo del 45% durante la Guerra de Iom Kipur en 1973), para un país que ha tenido que absorber a más de 2.5 millones de inmigrantes en seis décadas (cuatro veces el número de pobladores judíos al momento del establecimiento de la patria), para un país que después de 400 años de gobierno otomano encontró una tierra desolada y una hostilidad vecinal manifiesta; para una nación que se ha topado con semejantes desafíos, esto no es menos que un milagro.
En contraste a este panorama fenomenal, su situación política continúa inestable. El estado de Israel mantiene relaciones diplomáticas con unas 162 naciones sobre un total de 192 acreditadas ante la ONU, pero la opinión pública internacional permanece escéptica, cuando no abiertamente crítica. La discriminación contra Israel persiste en el foro de las Naciones Unidas, a la que se han sumado campañas de demonización global en el mundillo de las ONGs humanitarias y ámbitos universitarios. Una parte importante de la prensa internacional contribuye a la difamación a partir de la tergiversación. Prestigiosos intelectuales asisten a su difamación cotidiana. Internamente, el post-sionismo procura corroer la confianza nacional en el proyecto sionista. Regionalmente, Israel aún esta lejos de alcanzar la paz y su existencia sigue siendo cuestionada. Los palestinos, sin ir más lejos, habían anunciado que boicotearían a los líderes mundiales que arribaran a Israel para participar de las celebraciones por su aniversario. En la reunión de Annapolis, se negaron a reconocer a Israel como un estado judío. Egipto y Jordania, así como en menor medida Turquía, Marruecos y algunas naciones del Golfo Pérsico, se cuentan entre las entidades no hostiles a Israel, pero sus poblaciones siguen albergando fuertes sentimientos antisionistas derivados -en muchos casos- de la propaganda oficial. El programa nuclear de Irán ha surgido como una amenaza no solo a la seguridad nacional del estado judío, sino a su misma supervivencia. Las agrupaciones terroristas islamistas continúan hostigando a los pobladores de Israel.
Sin embargo, y sin desconocer las amenazas que se ciernen sobre Israel, hay motivos de sobra para celebrar. A 111 años del primer congreso sionista, en el que un puñado de soñadores lo comenzó todo, y a 60 años de que sus seguidores proclamaron la soberanía nacional, el estado judío florece a la par que ofrece una épica conmovedora y estelar de esperanza y esfuerzo, de dedicación y perseverancia, de superación y realización.
A lo largo de estos años, sus logros han sido extraordinarios. En materia económica, por ejemplo, cuando cumplió sus primeros cincuenta años de vida, Israel ingresó al ranking de los 25 países con el más alto ingreso nacional per cápita y con una de las más altas tasas de crecimiento económico. Ha sido el único país del orbe en ingresar al siglo XXI con un incremento neto en la cantidad de árboles.
En el área de la tecnología el estado judío ha descollado. Según datos recopilados por los Amigos de la Universidad de Tel-Aviv en la Argentina, Israel cuenta con el mayor número de emprendimientos de biotecnología del mundo. En términos per cápita, posee la mayor cantidad de científicos del globo así como el más alto porcentaje de computadoras hogareñas. Ocupa el segundo puesto mundial en solicitud de patentes (luego de Japón) y en número de empresas que cotizan en Wall Street (luego de EE.UU.). El pen-drive, el primer teléfono celular, la primer cámara de fotos para celular, el primer antivirus, la tecnología del Messenger, y gran parte de los sistemas operativos Windows NT y XP; todo ello ha sido desarrollado por firmas israelíes. No por nada Bill Gates ha dicho: “Israel representa el punto más alto de la innovación”.
Ningún observador imparcial de la realidad israelí puede dejar de apreciar con legítima fascinación el hecho de que aún antes de constituirse el estado, la comunidad judía establecida en Palestina ya había creado los cimientos para el desarrollo nacional en tantas áreas que han hecho del Israel actual un modelo ejemplar.
La Escuela Mikve Israel, fundada en 1870, marca la génesis de la investigación agrícola israelí, la que es luego potenciada con la Estación Agrícola de 1921, que eventualmente se convertiría en la Organización de Investigación Agrícola; hoy el más grande centro de investigación y desarrollo israelí en este campo. La Estación Hebrea de Salud fue creada a comienzos del siglo XX para promover la investigación médica, tal como lo fuera la fundación de los Laboratorios del Mar Muerto de la década de 1930, orientado a la investigación industrial. En 1924 fue establecido en Haifa el Instituto de Tecnología de Israel, más conocido simplemente como Technion. Al año siguiente fue inaugurada la Universidad Hebrea de Jerusalem, y en Rehovoth, en 1934 fue creado el Instituto de Ciencia Weizmann (inicialmente bajo el nombre de Instituto Sieff). Luego del nacimiento del Estado de Israel, otras cuatro universidades fueron creadas: la Universidad Bar-Ilán (1955 en Ramat Gan), la Universidad de Tel-Aviv (establecida en 1956), la Universidad de Haifa (1963) y la Universidad Ben-Gurión del Negev (1967 en Beer Sheva).
No menos impresionante ha sido la promoción cultural, que en materia musical por ejemplo, ha tenido de la mano de Arturo Toscanini la presentación del primer concierto de la Orquesta Filarmónica Palestina (rebautizada como Orquesta Filarmónica de Israel) en la ciudad de Tel-Aviv en 1936. Desde entonces, Israel ha brindado al mundo musical figuras descollantes de la talla de Itzjak Perlman, Shlomo Mintz, Pinjas Zuckerman, y Daniel Barenboim, entre otros. La Academia de Música Samuel Rubin (fundada en 1945) es otro ejemplo de la calidad artística que es usual hallar en Israel.
No son muchas las naciones que establecen museos antes de alcanzar la independencia, y ciertamente la creación del Museo de Arte de Tel-Aviv en 1932 marca un hito cultural singular. En la actualidad hay cerca de 200 museos de diverso tamaño en la Tierra de Israel, convirtiendo al pequeño país en portador de la mayor cantidad de museos del mundo en términos per cápita. En 2006 se inauguró allí el primer y único museo submarino existente en el globo.
Para cualquier nación, todos estos logros supondrían una proeza digna de elogio, pero para un estado asediado desde su mismísimo nacimiento, que ha debido enfrentar un boicot económico de todo un bloque regional, que ha tenido que librar guerras y sacrificar preciosas vidas humanas de su pequeña población (solamente durante la Guerra de la Independencia de 1948, Israel perdió el 1% de su gente), y que se ha visto obligada a orientar sumas astronómicas de su presupuesto nacional al área de la defensa (hoy en el 8% del PBI, y equivalente al 10% durante las primeras dos décadas, al 25% a partir de 1967, y que llegó al insólito guarismo del 45% durante la Guerra de Iom Kipur en 1973), para un país que ha tenido que absorber a más de 2.5 millones de inmigrantes en seis décadas (cuatro veces el número de pobladores judíos al momento del establecimiento de la patria), para un país que después de 400 años de gobierno otomano encontró una tierra desolada y una hostilidad vecinal manifiesta; para una nación que se ha topado con semejantes desafíos, esto no es menos que un milagro.
En contraste a este panorama fenomenal, su situación política continúa inestable. El estado de Israel mantiene relaciones diplomáticas con unas 162 naciones sobre un total de 192 acreditadas ante la ONU, pero la opinión pública internacional permanece escéptica, cuando no abiertamente crítica. La discriminación contra Israel persiste en el foro de las Naciones Unidas, a la que se han sumado campañas de demonización global en el mundillo de las ONGs humanitarias y ámbitos universitarios. Una parte importante de la prensa internacional contribuye a la difamación a partir de la tergiversación. Prestigiosos intelectuales asisten a su difamación cotidiana. Internamente, el post-sionismo procura corroer la confianza nacional en el proyecto sionista. Regionalmente, Israel aún esta lejos de alcanzar la paz y su existencia sigue siendo cuestionada. Los palestinos, sin ir más lejos, habían anunciado que boicotearían a los líderes mundiales que arribaran a Israel para participar de las celebraciones por su aniversario. En la reunión de Annapolis, se negaron a reconocer a Israel como un estado judío. Egipto y Jordania, así como en menor medida Turquía, Marruecos y algunas naciones del Golfo Pérsico, se cuentan entre las entidades no hostiles a Israel, pero sus poblaciones siguen albergando fuertes sentimientos antisionistas derivados -en muchos casos- de la propaganda oficial. El programa nuclear de Irán ha surgido como una amenaza no solo a la seguridad nacional del estado judío, sino a su misma supervivencia. Las agrupaciones terroristas islamistas continúan hostigando a los pobladores de Israel.
Sin embargo, y sin desconocer las amenazas que se ciernen sobre Israel, hay motivos de sobra para celebrar. A 111 años del primer congreso sionista, en el que un puñado de soñadores lo comenzó todo, y a 60 años de que sus seguidores proclamaron la soberanía nacional, el estado judío florece a la par que ofrece una épica conmovedora y estelar de esperanza y esfuerzo, de dedicación y perseverancia, de superación y realización.
viernes, 2 de mayo de 2008
Ilan Ramon - Primer astronauta israelí
Coronel de la Fuerza Aérea Israelí y astronauta de la NASA. Nació en Tel Aviv, Israel. Se graduó de la preparatoria en 1972 y en 1987 obtuvo una licenciatura en ingeniería electrónica y computación de la Universidad de Tel Aviv, Israel.
Se graduó como piloto de combate en la Escuela de Vuelo de la Fuerza Aérea Israelí. Luchó en 1973 en la guerra del Iom Kipur y participó en 1981 en el bombardeo del reactor atómico de Ossirak, en Irak.
Participó en entrenamientos básicos y operaciones militares. Desde 1994 hasta 1998, fue Director del Departamento de Operaciones de Requerimientos para el Desarrollo y Adquisición de Armas.
En 1997, previa iniciativa del entonces premier israelí Shimon Peres y la aprobación del presidente de Estados Unidos Bill Clinton, fue seleccionado como el primer israelí que sería convertido en astronauta, para lo cual comenzó a entrenarse un año después.
En julio de 1998 comenzó el entrenamiento en el Centro Espacial Johnson en Houston, donde recibió entrenamiento hasta 2003. Voló a bordo de la misión STS-107 y registró 15 días, 22 horas y 20 minutos en el espacio.
Fue integrante de la Misión STS-107 Columbia (16 de enero – 1 de febrero de 2003). Esta misión de 16 días de duración estuvo dedicada a la investigación científica. La tripulación llevó a cabo y de manera exitosa cerca de 80 experimentos. La misión terminó en tragedia cuando el Trasbordador Espacial Columbia se desintegró durante la reentrada sobre el cielo de los Estados Unidos 16 minutos antes del aterrizaje.
Como hijo de una sobreviviente del campamento de exterminio nazi Auschwitz en la II Guerra Mundial, se comunicó con Iad Vashem para recibir un objeto relacionado con el Holocausto para llevar al espacio, quiso destacar ese simbolismo también durante su vuelo.
Llevó consigo un pequeño dibujo de Peter Gintz, un niño judío de 14 años asesinado por los nazis, y un diminuto libro de Torá, el Pentateuco, que había pertenecido a otro niño judío que no logró salvarse del Holocausto.
Falleció en la tragedia del Columbia el 1 de febrero de 2003, a los 48 años de edad, dejando a su esposa y cuatro hijos.
Se graduó como piloto de combate en la Escuela de Vuelo de la Fuerza Aérea Israelí. Luchó en 1973 en la guerra del Iom Kipur y participó en 1981 en el bombardeo del reactor atómico de Ossirak, en Irak.
Participó en entrenamientos básicos y operaciones militares. Desde 1994 hasta 1998, fue Director del Departamento de Operaciones de Requerimientos para el Desarrollo y Adquisición de Armas.
En 1997, previa iniciativa del entonces premier israelí Shimon Peres y la aprobación del presidente de Estados Unidos Bill Clinton, fue seleccionado como el primer israelí que sería convertido en astronauta, para lo cual comenzó a entrenarse un año después.
En julio de 1998 comenzó el entrenamiento en el Centro Espacial Johnson en Houston, donde recibió entrenamiento hasta 2003. Voló a bordo de la misión STS-107 y registró 15 días, 22 horas y 20 minutos en el espacio.
Fue integrante de la Misión STS-107 Columbia (16 de enero – 1 de febrero de 2003). Esta misión de 16 días de duración estuvo dedicada a la investigación científica. La tripulación llevó a cabo y de manera exitosa cerca de 80 experimentos. La misión terminó en tragedia cuando el Trasbordador Espacial Columbia se desintegró durante la reentrada sobre el cielo de los Estados Unidos 16 minutos antes del aterrizaje.
Como hijo de una sobreviviente del campamento de exterminio nazi Auschwitz en la II Guerra Mundial, se comunicó con Iad Vashem para recibir un objeto relacionado con el Holocausto para llevar al espacio, quiso destacar ese simbolismo también durante su vuelo.
Llevó consigo un pequeño dibujo de Peter Gintz, un niño judío de 14 años asesinado por los nazis, y un diminuto libro de Torá, el Pentateuco, que había pertenecido a otro niño judío que no logró salvarse del Holocausto.
Falleció en la tragedia del Columbia el 1 de febrero de 2003, a los 48 años de edad, dejando a su esposa y cuatro hijos.
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